DIMENSIÓN LITURGICA
La vida es un don de Dios. En la mentalidad bíblica cada pequeña enfermedad equivale a una disminución de la vida porque hay un espacio, el de la enfermedad, ocupado por la muerte. La muerte, al ser ausencia de vida viene considerada como “Impureza”. Impura es la mujer enferma, ya que pierde sangre y por lo mismo, pierde vida, y también impura es la hija de Jairo. Jesús se enfrenta con la impureza humana, es decir con este horrendo poder que la muerte tiene sobre el ser humano, pero Jesús saldrá vencedor. No solo la Resurrección es la manifestación de su victoria, sino también aquellos signos que realiza durante su vida pública. Dios es el Dios de la vida y no de los muertos. Donde está Dios no hay espacio para la muerte, que entró al mundo por la “envidia del diablo y la experimentan los que le pertenecen” (Sab 1,13- 15).
DIMENSIÓN LITERARIA
El texto que reflexionamos en este domingo se podría tranquilamente dividir en dos bloques con su respectiva unidad: el relato de la hija de Jairo (Mc 5, 21-24.35-43) y el relato de la mujer que sufría de hemorragia (Mc 5, 25-34). Los especialistas contemporáneos consideran que la expresión aramea que el evangelista pone en boca de Jesús: Talitá Kum, tradicionalmente traducida como: “Niña, a ti te digo, levantate “contiene dentro, el nombre de la niña. El nombre Thalethi=Talitá está presente en una inscripción funeraria del siglo I d.C. Sabiendo que el Nuevo Testamento con frecuencia pone el nombre del difunto, llamado a la vida, al inicio de la orden (Jn 11,43, Hech 9,40) se podría afirmar la hipótesis que, Jesús dijo: “Talitá, levántate”, entendiendo por Talitá el nombre de la niña.
EL TEXTO BIBLICO EN EL CONTEXTO DEL EVANGELIO DE MARCOS
Jesús regresa del viaje que ha hecho a la otra orilla del lago. Allí actuó (Mc 5,1-20). Y el resultado ha sido que un hombre de aquellas tierras se fue y empezó a proclamar por la Decápolis todo lo que Jesús había hecho con él, y todos quedaban maravillados (Mc 5,20).Es decir, el anuncio de las obras del Señor y de su compasión (Mc 5,19) se ha hecho en tierra de paganos. Ahora estamos de nuevo en territorio judío. La novedad evangélica que se ponía de manifiesto en territorio pagano también aparece aquí. Por un lado aparece el antiguo Israel, representado por “el jefe de la sinagoga” (v.22). Un Israel que ya no da de sí: sus obras representadas en la “niña”(v.23) están en “las ultimas”, muriendo. Pero en esta situación irrumpe la mujer en estado de impureza ritual. Ella representa la novedad que aporta Jesús: todo el mundo tiene un lugar en el nuevo Israel que se inaugura.
PONEMOS NUESTRA MIRADA EN JESUS Y EN EL EVANGELIO
1). En el libro del Levítico (15.19.25-26) se dice expresamente: “la mujer que padece de un flujo de sangre por varios días fuera del tiempo de su menstruación, y que lo sufra más de lo normal, será considerada impura durante todo el tiempo del flujo” y en el libro de los Números (19,11) se recuerda: “Quien haya tocado un cadáver humano, será impuro durante 7 días”. Jesús está doblemente contaminado. Y algo que sorprende es justamente esta contradicción, Jesús, doblemente impuro según las normas de Moisés, sana a la mujer que padece un flujo o pérdida de sangre, restituyéndole aquella parte de vida que había perdido, y también Jesús revivifica a la hija de Jairo, restituyendo a la niña aquella vida que la muerte le había arrebatado. Los dos gestos de Jesús manifiestan la misma dinámica: él es aquel que transgrediendo las leyes humanas y poseyendo la vida, está en grado de donarla, en parte o totalmente, a aquellos que la han perdido. Lo que Jesús ha realizado con estas dos mujeres lo sigue haciendo hoy con quien se deje tocar por él.
2). Jairo, que representa al Antiguo Israel se acerca con humildad a Jesús porque con él llega la renovación, la vida nueva para el pueblo de Dios: “se echó a sus pies”, le pide la imposición de manos. En el Nuevo testamento una de las cosas que significa este gesto es el don del Espíritu, el aliento de vida que ya encontramos al comenzar la historia del pueblo de Dios. Y Jesús acompaña a Jairo a su casa (v.24) Dios no abandona nunca a su pueblo.
3).La situación de partida de la mujer, impura según la ley, por las hemorragias y que, por eso, no puede acercarse a nadie, ni a Dios, representa el resultado de las obras de la ley. En el fondo, la situación de partida de Jairo representa lo mismo: la ley no le da vida. La mujer oyó hablar de Jesús. Es decir, alguien le ha hecho el anuncio del Evangelio. Y a ella se le ha abierto el horizonte: el viejo Israel no le ha dado la salud; Jesús sí que se la puede dar. La mujer se acerca a Jesús reconociendo su propia indigencia. La actitud es muy parecida a la de Jairo. Ambos han reconocido en Jesús a quien puede darles vida nueva.
4). Jesús aparece como quien puede levantar (=resucitar) (v.41) al pueblo que “está en las ultimas”, el único que puede “curar” de verdad. Ante este Jesús, para recibir la salvación lo que nos hace falta es la fe. (v.34 y36) y no las obras de la ley, que no salvan. Ello significa que para acercarse a Jesús no es necesario poseer ningún mérito. Ningún curriculum se le tiene que presentar a Jesús, ni se tiene que pasar ningún examen para ser aceptado y acogido por él. Lo que hace falta, eso sí, es estar abiertos, dispuestos, a que nuestra vida, toda, sea tocada y transformada por él.
5). Estos dos gestos de Jesús, antes que ser un milagro, como normalmente se habla, son una revelación, una epifanía de la persona del Maestro. Nos ayudan a comprender quién es él realmente. Tambien podemos agregar que estos dos signos, como todos los demás narrados por los evangelios, no buscan demostrar capacidades terapéuticas de Jesús, si fuese así, habría que explicar por qué Jesús curó a esta mujer y no a otras, revivifique a esta mujer y no a otras, por qué ahora y no antes, por qué Jesús intenta corregir el orden de la creación, etc. Estos dos signos buscan testificar que la eternidad ha entrado en el tiempo, la perfección del paraíso ha tocado la historia humana, el Reino de Dios está presente entre los hombres. La vida humana resquebrajada por el pecado de Adam, expuesta al límite y a la muerte, viene recuperada de modo extraordinario y sobrenatural por la intervención salvífica de Jesús.
6). Jesús dijo al jefe de la sinagoga: No temas, basta que tengas fe. Basta que tengas fe es una súplica que Jesús hace no solo a Jairo, sino a cada uno de nosotros. Esta nos coloca frente a la necesidad de crear con Dios una relación que supere lo epidérmico, el estado de necesidades, y se prolongue en el tiempo, en una relación duradera. Es también una súplica que nos hace Jesús a no dejarnos vencer por las dificultades, incluso cuando todo parezca perdido. A través de Jesús Dios quiere cambiar el rostro del mundo y dar una respuesta segura a los grandes anhelos de los hombres. Pero Dios lo hace de manera simple, a través de una relación simple que nace del amor, de la compasión, de la bondad y que espera una respuesta de confianza a toda prueba.
7). Pedro, Santiago y Juan acompañan a Jesús. Quien quiere ser discípulo de Jesús tiene que seguirlo muy de cerca, comprometerse con él. Así lo conocerá y lo amará. Los tres apóstoles representan a la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios, el pueblo renovado por la Pascua de Jesús, testigo de su muerte y resurrección, llamado a hacer lo mismo que él hace, a llevar a cabo la misma misión del Hijo amado.