Personaje Bíblico: ABRAHAM

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Fredy de Jesús Aristizábal Aristizábal

Abraham es hijo de Taré. Él era originario de Ur en Caldea. Su esposa era Sara. Él
migró junto con Sara y su sobrino Lot hacia las tierras de Canaán luego de recibir la llamada
del Señor. Él vivió una carestía, situación que lo obligó a refugiarse por un tiempo en Egipto,
en la corte del faraón. Después regresa a Canaán y aumenta sus riquezas. Él y Lot siguieron
viviendo en el mismo territorio, sin embargo, debió separarse de su sobrino por disputas entre
los pastores. Lot se dirigió hacia Sodoma, pero fue saqueado y Abraham decide ir y ayudarle.

Mientras regresa a las montañas, Melquisedec, rey y gran sacerdote de Salem, sale a
su encuentro y le ofrece pan y vino en señal de hospitalidad y lo bendice; a cambio, Abraham
le ofrece parte de su botín. Poco tiempo después, recibe la visita de tres ángeles quienes le
anuncian el nacimiento de un hijo, Isaac, a pesar de la avanzada edad de él y de Sara. Sara
perdió toda esperanza de concepción, tanto así que muestra su incredulidad por medio de la
risa. Sara decide dar a Abraham como concubina a su esclava egipcia Agar, y tuvieron un
hijo, Ismael. Sin embargo, cuando nació Isaac fue enviada al desierto con Ismael. Una vez
Isaac creció, Abraham fue puesto a prueba y estuvo a punto de sacrificar a su hijo amado,
pero fue detenido por un ángel y este le indica un carnero para el sacrificio.

En Abraham encontramos características sumamente interesantes. La primera,
Abraham es un hombre anciano. Empieza su carrera, su aventura a los setenta y cinco años
(Gn 12,4), era bastante mayor. Dios lanza a Abraham hacia una aventura de la cual él no
conoce su meta, mientras las sombras del ocaso se alargan sobre su existencia. Además,
tendrá que esperar veinticinco años para que se cumpliera la promesa hecha por Dios (Gn
21,5). Sin embargo, Abraham es capaz de tener una espera esperanzada, es decir, es capaz
tener una vida en movimiento, en búsqueda. Y no sólo eso, tiene que conseguir dos
imposibles prometidos: la tierra y un heredero. ¡Dios promete imposibles que se construyen
con nuestras propias imposibilidades! Qué sagacidad la de Dios.

La segunda característica de Abraham son las debilidades. Él no es el héroe de la
virtud. El claro ejemplo lo tenemos en Egipto, dice que su esposa es su hermana porque está
asustado y tiene miedo de que lo maten por culpa de su hermosa consorte. En ocasiones,
sentimos que por las debilidades no le podemos servir a Dios, aun así, Dios sigue llamando.
Él después vuelve y entrega a su mujer al rey Abimélec, y en esa misma perícopa es llamado
«profeta». Las debilidades jamás desaparecerán en su totalidad, sin embargo, Dios nunca
olvida su llamado. Dios hace promesas para la eternidad, no para la fugacidad. ¡Nuestra
vocación es hasta el cielo!

Y hay un tercer elemento, contempla y espera. Abraham tiene que lidiar con una
prueba: la Akedah de Isaac. Después Dios hace una promesa: «Yo te colmaré de bendiciones
y acrecentaré muchísimo tu descendencia, como las estrellas del cielo y como las arenas de
la playa» (Gn 22, 17). Abraham se convierte en un contemplador del firmamento, sin
embargo, necesitó de la purificación de la fe; esto no excluye el creer sintiendo dudas, pero
aun así vive de la promesa, se goza en Dios. ¡Si creemos contemplaremos un cielo repleto de
estrellas: historias, promesas, salvación! La vocación es un empíreo que busca quien lo
contemple.

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