La música en la vocación

Juan Pablo Londoño Velásquez

Juan Pablo Londoño Velásquez

Seminarista

La música es la voz el alma, es el medio por el cuál ella es capaz de expresar lo que siente, es un grito que viene desde adentro, por eso cuando cantamos a Dios, es la mayor expresión de amor que podemos brindar, puesto que es la voz del alma la que está hablando allí en este momento, estremecida y henchida de pasión, por aquel quien la mueve con fuerza. Este sentimiento, al que me refiero, no es algo que nace de la nada, sino que es producido por un encuentro profundo con aquel que es Divino, aquel que es capaz de amar, y este encuentro debe ser tan fuerte, que debe estremecer el alma, y el alma debe sentirse obligada a expresarlo.

La vocación es eso, es un llamado del señor, tan fuerte que es capaz de sacudir el alma, por eso un vocacionado debe ser capaz de expresar ese llamado, verbalizando ese sentimiento, no importa si no se tiene la voz más perfecta, lo importante es tener el impulso de alabar a Dios, cantando sus maravillas. La música debe mover el corazón, el alma y el cuerpo de aquel que siente ese llamado de Dios, sobre todo en el momento en que se celebra la Sagrada Eucaristía, pues es allí, donde Cristo mismo se hace presente, donde podemos expresar, a viva voz la maravilla del milagro de la vocación, este es un grito de alegría, un sentimiento común que nos une en un solo clamor de iglesia, que en medio de un estremecimiento de espíritu, es capaz de loar a Dios con todas sus fuerzas, aclamando como el salmista “Tu amor es mejor que la vida; por eso mis labios te alabarán. Te bendeciré mientras viva, y alzando mis manos te invocaré”[1].

El canto y la música en general, en la Iglesia, tienen la capacidad de mover hasta el alma más débil, llegando incluso a generar una conexión directa del espíritu, con Dios, San Agustín, incluso lo expresa en sus confesiones cuando dice lo siguiente “Me siento inclinado, aunque no mantengo una posición irrevocable, a aprobar la costumbre de cantar en la Iglesia, de modo que los más débiles de espíritu puedan ascender al trance de la devoción mediante la satisfacción de sus oídos”[2], por esto la música en un vocacionado, no solo debe conmoverlo en medio de su llamado, sino que también debe motivarlo, para expresarla a las demás personas, y que por medio del testimonio que se genera gracias a la música, todas estas personas también puedan sentirse llamadas por Dios, y acceder a esta experiencia de sentirse amado, y de amar.

“La música expresa aquello que no puede decirse con palabras, pero que no puede quedarse en silencio”[3], esta frase es muy particular, porque allí se expresa todo lo que hemos dicho, ya que la experiencia de Dios se vive desde el alma, incluso es una experiencia tan fuerte, que no es posible verbalizarla con palabras, pero, como quedarse callado con tan gran sentimiento vivido, es imposible. Entonces, es por eso que el alma busca una salida para expresar su alegría, y el medio que encuentra es la música, y esta no solo la libera, sino que también tiene el poder de estremecer a los demás, generando una conexión común, que vivifica y le da sentido a la comunidad, por eso, tengamos en cuenta estas palabras de un poeta inglés “La música es un don de Dios para el hombre, el único arte del cielo dado a la tierra; el único arte de la tierra que nos lleva al cielo”[4]


[1] (Slm 63, 3-4)

[2] (Agustín 2010)

[3] (V. Hugo. – Novelista español)

[4] (W. Savage. – Poeta inglés)

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