etapas formativas

Nuestra formación se divide en diferentes etapas con miras a la configuración con Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote

Etapa Propedéutica

Este momento corresponde a la iniciación del proceso formativo en el seminario mayor. Su objetivo principal es asentar bases sólidas para la vida espiritual y favorecer el autoconocimiento del candidato, en orden a su desarrollo humano y cristiano.

En la etapa propedéutica, se espera que el candidato profundice y avance en el discernimiento inicial realizado en la pastoral vocacional. Con el logro de esta meta quedan sentadas las bases para continuar el proceso formativo.

En esta etapa se ofrece al candidato el acompañamiento personal y comunitario, para que pueda profundizar su autoconocimiento y motivaciones frente al proceso formativo que inicia. Ayudado por espacios de encuentro personalizado, por ejercicios espirituales y celebraciones que garantizan un ambiente espiritualmente sólido y con la guía del director espiritual. Por eso se trata de un verdadero y propio tiempo de discernimiento vocacional, realizado en el contexto de vida comunitaria y como verdadera iniciación de las etapas sucesivas. Con estos elementos y la ayuda del director de la etapa, de los demás formadores y los agentes de la formación vinculados a este proceso, el seminarista discierne la conveniencia de continuar el camino de la formación sacerdotal o de emprender uno distinto.

Esta etapa tiene una duración de un año.

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Etapa Discipular

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Esta etapa Se llama discipular porque pretende que el seminarista llegue a tomar la decisión definitiva y vinculante de ser discípulo misionero del Señor, en el espíritu y la vivencia de las bienaventuranzas (Mt 5, 3-10) y los consejos evangélicos, en camino de seguimiento hacia el sacerdocio ministerial.

La Ratio universal sintetiza así el propósito de esta etapa: “Este tiempo específico se caracteriza por la formación del discípulo de Jesús, destinado a ser Pastor, con un especial cuidado de la dimensión humana, en armonía con el crecimiento espiritual, ayudando al seminarista a madurar la decisión definitiva de seguir al señor en el sacerdocio ministerial y en la vivencia de los Consejos evangélicos, según las modalidades propias de esta etapa”

El objetivo primordial de esta etapa es arraigar al seminarista en el seguimiento de Cristo, escuchando su palabra, conservándola en el corazón y poniéndola en práctica. El llamado implica siempre el siguiente itinerario: encuentro con Jesús, Conversión, Discipulado, Comunión y Misión. En la dinámica del discipulado, Jesús invita a quienes se acercan a él a descubrirlo como la fuente de la vida. Y, a unirse permanentemente a él para dar fruto, porque sin él nada se puede hacer (cf. Jn 15, 2-8)

La etapa discipular se encamina a adquirir el grado de libertad y madurez interior, que disponga al seminarista a iniciar con serenidad y gozo, el camino que lo conducirá hacia una mayor configuración con Cristo, en la vocación al Ministerio ordenado.

Esta etapa tiene una duración de tres años.

Etapa Configuradora

Finalizada la etapa discipular, pero no la vida discipular, la formación del seminarista se concentra en la configuración con Cristo, para que unido a Él, pueda hacer de la propia vida un don para los demás. Dicho proceso exige profundizar en la contemplación de la persona de Jesucristo, hijo predilecto del padre, enviado como Pastor al pueblo de Dios. La contemplación lleva a que la relación con Cristo sea más íntima y personal y favorezca el conocimiento y la aceptación de la identidad presbiteral.

La etapa configuradora se ordena en una conformación progresiva con Cristo Cabeza, Siervo, Esposo, Pastor y Profeta de la Iglesia, que haga emerger en la vida del discípulo los sentimientos y las actitudes propias del hijo de Dios, lo introduzca en el aprendizaje de una vida presbiteral animada por la caridad pastoral, que se expresa en la voluntad y la capacidad de ofrecerse a sí mismo en el cuidado del pueblo de Dios y los lleve a asimilar la personalidad del Buen Pastor que conoce a sus ovejas. Entrega la vida por ellas y va en busca de las que están fuera del redil. La etapa configuradora encamina al candidato en el seguimiento fiel de Cristo Siervo y, por tanto, es tiempo oportuno para superar cualquier tendencia al clericalismo y sus consecuencias, que han sido una preocupación de la Iglesia en las últimas décadas.

La etapa configuradora tiene como finalidad asegurar el proceso de transformación en Cristo, a fin de que el candidato llegue a la recepción del sacramento del orden, muy bien dispuesto y una vez recibido el sacerdocio pueda reflejar en su existencia el misterio realizado por el Sacramento: Dios Padre, que mediante su espíritu ha impreso en su corazón la imagen del mismo Cristo Cabeza, Siervo, Esposo, Pastor y Profeta de la Iglesia.

Esta etapa tiene una duración de cuatro años.

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Etapa de Formación Pastoral

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El año de formación pastoral misionera desde hace algunos años, una práctica común en varios países de América Latina y muy especialmente en Colombia. Esta experiencia se introdujo en varios seminarios, con el fin de consolidar el progreso formativo de los seminaristas en sus distintas dimensiones. Es diferente a la etapa de síntesis vocacional.

El objetivo de este año puede sintetizarse así:

Al finalizar el año de experiencia, de formación pastoral misionera, el Seminarista ha profundizado y madurado su propia identidad como persona, como cristiano; ha crecido en la integración de su dimensión espiritual, académica y apostólica; ha tenido un acercamiento más concreto a la realidad diocesana, ha realizado diferentes actividades apostólicas en comunión con el párroco y los fieles de la comunidad parroquial; y en este nuevo ambiente formativo ha realizado el discernimiento vocacional y una vez evaluado por quienes le han brindado acompañamiento durante esta experiencia, posee mejores luces para proyectar la continuidad o no de su proceso formativo.

se trata de permitirle al seminarista un espacio de confrontación vocacional en la práctica pastoral, y de experiencia misionera, un año para que pueda realizar una mirada retrospectiva sobre lo que ha asimilado en la formación como discípulo misionero y una mirada prospectiva para visualizar aquello en lo que deberá poner mayor atención en su proceso de configuración con Cristo Pastor una vez retorne a la casa de formación.

Esta etapa tiene una duración de un año.